11.13.2013

SOS: UN BARRIO BIEN ABAJO QUE SE VIENE ABAJO


Adlai Stevenson Samper

Es una ardua labor de inventario urbano; a través de sus acuarelas, de un patrimonio cultural que se viene a menos. Derruido por un cúmulo de factores que nadie sabe a ciencia cierta a que se deben y que de  vez en cuando alcanza los niveles de notoriedad pública cuando es derrumbada una de esas grandes casonas venidas a menos y que sobreviven augustas ante el asedio de los tiempos. Néstor Loiza es un cronista reseñador de esas dignidades arquitectónicas perdidas, de esos callejones del barrio Abajo de Barranquilla tan queridos por sus habitantes y de cuya continuidad histórica surgen resquemores ante el asedio a su territorio.

En palabras sencillas, Loiza se encarga de mostrarnos a través de sus hallazgos estéticos producto de sus investigaciones, todo ese proceso de conformación del barrio en el momento que el cronista acuarelista pasa a reseñarlo y a dejarlo en el papel como prueba palpable de su existencia.  En eso anda hace varios años y a fe que ha logrado importantes hallazgos: la incorporación del barrio Abajo a un ideario estético de los barranquilleros a través del acercamiento con sus acuarelas con imitadores de su obra, promoviendo, además, unas visiones urbanas sobre los rasgos más sobresaliente de su cotidianidad.


Imágenes integradas 2
Tan es así, que Loaiza es imitado, no en el por sí mismo y sus técnicas, sino en sus visiones de callejuelas, casas, tiendas, iglesias y paredes derruidas coronadas por fogosos y cromáticos mantos de trinitarias. En el olor de las cocinas que se percibe en el aire. En los trajines del carnaval.   Una estampa repartida de múltiples formas por los fieles de este culto al barrio Abajo y las trazas de “barranquilleridad” , de esa ciudad popular que supuestamente existió mas allá de los trazados de oropeles del pionerismo y de vanguardia cosmopolita que es la que nos han vendido estos años como paradigma deseable de la ciudad. Por el contrario, lo que muestra Loiza es el transcurrir de un vecindario en modorra soberana, sin prisas, mientras a los lejos se escuchan los tráfagos del comercio y el ajetreo del puerto. Desde esa perspectiva, los barrios Abajo y Arriba son las últimas perspectivas de un vecindario barranquillero conservado para que la posteridad; nosotros, tuviésemos contacto con una muestra de ese pasado de vidas, viviendas y calles.

Ahora es peor. Las escasas construcciones que sobreviven se encuentran de la mano de la amenaza. Con un tejido social construido por varias generaciones que se diluye imperceptible, pero seguramente, como el agua en la cuenca de la mano. Así que ante este desolador panorama, Loaiza envía un SOS, una mirada de desespero sobre sus objetos y criaturas pictóricas en trance de exterminio.  Ve uno entonces dentro del amplio panorama algunas constantes: un barrio cuyo espacio se propone nuevo, montado, superpuesto, casa tras casa, fachadas en donde el color rojo sangre corre desplazado de sus agrietadas paredes buscando la acera en su escorrentía y los intersticios de la calle. Una huída del color de sus osamentas esenciales. Un abandono del cuerpo recipiendario.

El Abajo aparece así abajo, perdido, refundido, mientras otros lo encuentran en sus intereses y sus habitantes apesadumbrados apenas se percatan de lo tortuoso de su lenta agonía. De  observar impávidos como le extirpan, de un día para otro, una casa. Luego un edificio. Un árbol. Las familias enteras, generación tras generación, huyendo en éxodo bíblico.

Loaiza, y estoy seguro que el SOS que envía es también parte de un testamento de objetos arquitectónicos, de vecindarios completos a puntos de desaparecer, lo presiente. O más bien lo dice certero en la semiología de sus trazos. En algunos de sus trabajos, con un color que pretende imponerse justiciero sobre las inequidades. En otros, con una técnica que casi sobrepasa la traslucida presencia de la acuarela, nos muestra en el fondo de las calles, una atmósfera blanca, de humo, en que los contornos de los objetos y sus colores, se pierden, se evaporan. Premonición? Profecía? Lo cierto es que si algún artista ha estado interesado en estos temas con verdadera devoción – de ahí el comentario sobre el séquito de su fe-, es Loaiza.

No podemos dejarlo solo en su labor de inventario ante su grito de socorro. SOS. Todavía pueden florecer los gritos en las calles del Abajo con la gozosa muchachada tras una pelota de trapo y sacudirse los pretiles con fiestas de carnaval mientras suena el llamado a misa de la iglesia del Sagrado Corazón. Que conste, si es que el barrio Abajo no se salva de los avatares de la especulación inmobiliaria, que el acuarelista Néstor Loaiza dejó escrito, pintado con todas sus señas, cómo fue ese territorio de ciudad que nos resistimos a que desaparezca y que encuentra su plena conformación el barrio Abajo del río.

Para que las fachadas, casas, árboles, carros de mulas y vecindarios de Loiza sean no un testimonio de lo perdido sino una prueba de lo que perdura como médula de nuestra identidad de ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.